viernes, 17 de febrero de 2017

La Mariposa Atrapada Capítulo 2



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Capítulo 2 Un segundo de misterio


Abrió el armario y miró durante un par de segundos la ropa. No tenía ganas de buscar ni elegir, pero sabía a la perfección que si no se esmeraba un poco, se arrepentiría. Jessy era la reina indiscutible de la moda, y al verla vestida de forma sencilla la arrastraría hasta su habitación nuevamente, obligándola a hacer un aburrido y estresante pase de modelos. Finalmente eligió una prenda del fondo, un vestido floreado de suave tela que a su amiga le gustaba. Era cómodo, con una largura media hasta la mitad del muslo y un escote cerrado por pequeños enganches que podría abrir y cerrar a su gusto.
Vio la hora, Jessy llegaría en unos cuarenta minutos.
Agarró la silla del escritorio con desgana y la arrastró al baño, allí se sentó frente al espejo para peinarse y maquillarse, había por delante una labor titánica, pues tenía una expresión horrorosa. Para su desgracia, era una persona incapaz de esconder su estado de ánimo, que se veía reflejado tan perfectamente en su cara como si lo hubiera grabado un maestro artesano con el mayor detalle posible. Lo único bueno de aquello, era que la solían dejar en paz cuando estaba enfadada, preguntar solo sacaba aquella pequeña bestia de su interior.
Haciendo lo mejor que pudo, llegó a sorprenderse. Suavizó su expresión con un tono de sombra blanco que resaltaba el azul profundo de sus ojos y, se puso un poco de colorete rosado en los redondos mofletes que le dulcificó la cara, por consiguiente, la expresión que en aquel momento solo mostraba una dureza mal disimulad, pasaba un poco desapercibida.

Susan se puso frente a ella cuando bajó a la entrada para esperar a Jessy. Agarró la cara de Kate con ambas manos y la miró. Los ojos de su madre brillaban fuertemente, veía en ellos pena y frustración.
—Solo quiero que seas una chica normal —dijo al fin, tras unos segundos de silencio—. Sé que lo que menos te apetece ahora es salir, pero necesito que te diviertas para sentirme mejor. Aunque sea egoísta, me hace feliz.
—Ya lo sé, mamá —respondió con cansancio—, pero en mes y medio no tendremos dónde ir, no veo normal...
—Lo necesito —repitió estrechándola hacia sí—. Por desgracia tienes unos padres desastrosos. Lo siento.
—No digas tonterías mamá.
—Es la verdad cariño —se separó para volver a mirarla—. Lo único que me importa en este mundo es veros sonreír a las dos.
—Encontraremos una solución, te lo prometo —dijo Kate justo cuando sonaba el timbre—. Buscaré un trabajo con Jessy.
—No quiero que te preocupes del dinero, lo que tienes que hacer es centrarte en estudiar y no perder la beca —abrió la puerta y besó a Jessy en la mejilla—. Hola cielo, espero que no te lo ponga demasiado difícil.
—Conseguiré que se lo pase bien.
—Ten, tomaos algo...
—No —a pesar de la tonelada de maquillaje, la cara de Kate volvió a mostrar enfado—, nada de dinero.
—No es necesario Susan —sonrió Jessy cogiendo a su amiga para sacarla de allí—. Hoy invito yo.
—Bueno... —por un momento se sintió desdichada al no poder darle dinero a su hija— Pasadlo bien y tened cuidado, ¿vale?
—Sí —respondieron al unísono despidiéndose las dos.
Ambas subieron al coche, Jessy arrancó y después giró la cabeza para observar a su amiga, la preocupación se podía divisar con gran claridad. Suspiró y le dio y suave codazo despertándola de su atontamiento.
—Nos lo pasaremos genial, y arreglaremos todo, te lo juro por Snoopy —quiso bromear, logrando que su amiga dibujase una pequeña sonrisa.
—Sí... sonrió con pesadez.
***
La larga cola daba la vuelta al edificio de ladrillos naranjas, y a dos calles de distancia, donde Jessy decidió aparcar, llegaba la música abriendo el apetito del baile y el descontrol.
—La próxima vez te dejaré uno de mis vestidos —avisó Jessy colocándose frente a su amiga y mirándola, después llevó las manos al pecho de Kate y abrió los primeros enganches.
—No me voy a poner uno de tus vestidos —gruñó ella dejándola abrir el escote, pues Jessy era capaz de pasarse la noche abriéndolo una y otra vez—. Son tan pegados que pareceré Miss Salami. Sabes perfectamente que no me siento cómoda con esas cosas.
—El día que me muera con casi cien años de edad, seguiré diciéndote que es un desperdicio esconder ese culito respingón.
—¡Jessy! —la reprendió cuando sintió la palmada chocar contra su trasero.

Después de veinte minutos esperando en la cola, lograron entrar al abarrotado local, donde la música retumbaba escandalosamente entre cientos de voces que se mezclaban. El ambiente era bueno, Jessy fue en un par de ocasiones con su prima, pero Kate no las pudo acompañar al ser fechas de exámenes. Sin embargo, ahora veía que lo que le habían contado era cierto, todo el mundo estaba allí, media universidad.
—Lance me ha mandado un mensaje antes —gritó Jessy pegándose al oído de su amiga con emoción—. ¡Me ha dicho que estarían por aquí!
Kate pensó que estarían solas, pero su esperanza se desmoronó con aquella frase. Se pasarían la noche con el grupo de deportistas, pero haría de tripas corazón por el simple hecho de que Jessy estaba colada de Lance, y para su desgracia, el moreno muchacho siempre estaba acompañado de su mejor amigo, que se pasaba el día lanzando miradas de dudoso contenido en su dirección.
Richard era un tipo pesado, plasta y cansino, que parecía tener puesto su punto de mira en la chica a la que menos le importaba su pegajosa atención, y tal vez porque Kate no le hacía caso, él no paraba de intentarlo cada vez con mayor ahínco.
—Deberías darle una oportunidad —rio Jessy cuando al fin divisó al grupo y vio a Kate suspirando cansada—, no es un mal tío.
—Odio que la gente insista hasta el punto de rozar el acoso —se quejó—, me es tan indiferente que ni pienso en él.
—Espera a que te tomes un par de copas y veremos.
—No —se paró en seco y agarró a su amiga del brazo para crear contacto visual. Con el ceño fruncido, sus ojos avisaban del enfado—. No intentes nada Jessy, no me gusta ni me gustará jamás.
—Vale, vale... Pero más fácil no lo vas a tener con nadie.
—Puede que simplemente no quiera estar con nadie —repuso justo cuando llegaban.

Saludos, roces incómodos, preguntas tontas... Kate acabó sentada mientras Jessy, incapaz de luchar contra el embrujo al que estaba sometida por parte de Lance, bailaba deslumbrante. Richard no tardó en sentarse junto a Kate, envalentonado gracias a la bebida, levantó un brazo para rodearla, pero la mirada que recibió le paró a medio camino. Consternado, su expresión mostró tal desolación que Kate no tuvo más remedio que hablar con él, se sintió horriblemente mal consigo misma.
—Lo siento, pero no tengo interés en nadie —se aventuró a desvelarle al muchacho, que pareció tranquilizarse.
—¿Ni tan siquiera para pasar un buen rato? —sonrió guiñando un ojo, y la pena que sintió Kate se desvaneció de un plumazo con la pregunta.
—Eso me interesa menos aún —gruñó enarcando las cejas y levantándose para desaparecer entre el gentío.
Caminó hasta la barra con decisión. Tal vez era por todo lo que tenía en la cabeza, el tema era que estaba sensible a cualquier cosa... pero desde luego, la había enfurecido con la insinuación.
—Un chupito de lo que sea —pidió en cuando el camarero se dobló frente a ella para poder escucharla.
Cuando el pequeño vaso se encontraba frente a ella, Kate comenzó a buscar un sitio en el que poder sentarse un rato tranquila. Tras unos segundos vio un taburete vació al extremo más apartado de la barra, y casi como un suspiró, llegó para ocuparlo. Allí, el ambiente era un poco más relajado, estaba en una zona menos transitada a la que la música llegaba de forma suave, lo que su cerebro  agradeció con alegría, pues el retumbo lo cansaba de sobremanera.
Tras beberse el chupito de un trago suspiró, y comenzó entonces a mirar curiosa a la gente de su alrededor. En seguida se percató de que la gente allí era más madura, no solo en comportamiento, también en edad, lo que causó una buena impresión en ella, le gustaba estar allí. El ambiente tan relajado era simplemente genial.
En uno de los sofás, había un grupo de hombres que calculó, rozarían los veintimuchos, alguno pasaría seguramente de los treinta. Iban bien vestidos, con lo que ella pensó, serían trajes muy caros. Charlaban tranquilamente de cosas divertidas. Uno de ellos resaltaba, pues estaba en silencio disfrutando de su bebida y, automáticamente llamó la atención de Kate. No supo si su pelo era castaño por la poca luz del lugar, lo que sí diferenciaba era que su cabello estaba peinado a la perfección hacia atrás, de forma seria y sexy. Él se sentaba con elegancia y daba pequeños sorbos a su copa, disfrutando del contenido.
Kate se quedó mirando sin poder evitarlo. Por lo que percibía gracias a la penumbra, creyó que tenía un atractivo innegable incluso para ella y, le producía una extraña sensación. Diez segundos eternos pasaron hasta que él respondió a la mirada, alertado por su instinto y, sus ojos grisáceos parecían brillar en la penumbra del local dándole un aire fiero, como una bestia escondida en la oscuridad a punto de lanzarse sobre su indefensa presa.
El misterioso sonrió de medio lado y enarcó una ceja gesticulando con la copa, después la alzó unos centímetros como si saludase o dijese, «esto va por ti». A continuación se bebió el contenido cristalino de un último sorbo y después se dirigió a sus acompañantes para despedirse.
Kate vio cómo se levantaba para salir de allí, pasando cerca de ella y perforándola con aquella mirada fiera y su sonrisa ladeada. Se quedó helada durante unos instantes que le parecieron eternos, incluso después de desaparecer, el efecto y la intensidad tardaron en desvanecerse de su corazón.
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