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Capítulo 3 En la red
Kate tuvo que llevar a Jessy casi a cuestas escaleras arriba, intentando que guardase silencio para no despertar a nadie en la casa. Su mejor amiga estaba tan borracha que era incapaz de mantenerse en pie. Lance las tuvo que llevar en su coche, y Kate decidió quedarse a dormir, pues para su desgracia, ella no tenía carnet, y coger un taxi a aquellas horas sería demasiado caro. Por supuesto, no se montaría en el coche de Lance para que la llevase a casa, Richard también se había pasado bebiendo y seguramente sus babas, le destrozarían el vestido...—Madre mía Jessy... intenta no hacer ruido —suplicó logrando llegar a la puerta de la habitación—. Como se despierte tu padre y te vea así, no lo cuentas.
—Venga... pon música —pidió tambaleándose ya, al amparo de su cuarto.
—¿Qué haces Jessy? —se dejó caer en la cama— Vamos, estoy agotada, deja el ordenador.
Pero Jessy, llena de energía gracias a la cantidad de alcohol que recorría sus venas, ya estaba sentada en el escritorio. Conociéndola, Kate se levantó, caminando hacia los cajones de la cómoda, sacó un pijama de repuesto que ella solía usar, y se apresuró en enchufar los cascos en el ordenador antes de que diera al play y el estruendo alertase a toda la familia.
—Un rato y te vas a la cama. ¿Entendido? —le dio unos golpecitos de aviso y se tiró sobre la colcha, quedándose dormida casi al instante.
***
El frescor de un nuevo día penetró por la ventana provocando que a Kate se le erizase el bello. Con pereza abrió los ojos, la noche anterior apenas había bebido, pero por algún extraño motivo se sentía tan mal que casi creyó que ingirió la misma cantidad que su amiga. Automáticamente se llevó una mano a la cabeza, el suave martillear aumentaba la molestia con el canto de los pájaros, que alegres por el sol que irradiaba la tierra a aquellas horas, parecían querer celebrarlo con demasiada energía.
—Cielo santo Jessy... —murmuró levantándose del todo y viendo a su amiga dormida sobre el teclado del ordenador.
La levantó cogiéndola por los hombros.
—Qué diablos —dijó al despertar y ver la cara de su amiga sobre ella— Me duelen hasta las pestañas.
—No seas quejica, ayer te dije que solo un rato y te quedaste dormida —la mirada de confusión de su amiga alertó que no recordaba absolutamente nada—. Vamos, levántate y métete en la cama.
Tambaleándose aún, su cuerpo se resentía por el alcohol que continuaba en su organismo. Kate la metió en la cama y miró el reloj, eran casi las diez de la mañana, así que volvería a casa dando un paseo, eso ayudaría a su mente saturada.
—Hola cielo —escuchó la voz de la madre de Jessy cuando bajó las escaleras—. Ayer volvisteis tarde ¿eh? —una sonrisa pícara apareció en su cara. Era una mujer joven, tuvo a Kate con apenas dieciséis años, así que solía ser muy permisiva— Os escuché, le diré a Tom que Jessy se encuentra un poco mal... cosas de chicas.
—Sí, será lo mejor —respondió captando que la mujer acababa de codificar sus palabras escondiendo un «sé que Jessy se pasó bebiendo».
—¿Quieres que te lleve? —se apresuro a preguntar cuando Kate abrió la puerta principal para salir.
—No te preocupes, prefiero dar un paseo, muchas gracias.
Tras despedirse se puso una chaqueta que cogió prestada de la habitación de su amiga y comenzó a caminar. Por suerte, el aire pronto surtió efecto en ella, llevándose el malestar de su cuerpo, como si le quitase un peso de encima... Por desgracia, sabía que aquella ligereza en su corazón duraría poco, pues cada día que pasaba, estaban más cerca del desastre.
Sacó el móvil del pequeño bolso y vio una alerta, tenía varios e-mails, lo cual la extrañó, no solía recibir correo los fines de semana... y menos por la noche.
«Lo miraré cuando llegue a casa». Decidió ante la curiosidad que le provocó.
—Buenos días —la puerta se abrió haciendo aparecer a Susan, que vio desde la cocina cómo se acercaba su hija— ¿Te lo pasaste bien ayer?
—Sí mamá. Genial —mintió descaradamente mostrando una sonrisa falsa—, el club es tal como dijo Jessy, mucha gente. Oye... —llamó la atención de su madre al ver las preguntas agolpadas en su cara— Estoy agotada, me voy a tumbar un poco, ¿vale?
—Claro cariño, te despertaré cuando esté la comida en la mesa —se despidió con un beso dejando que subiera escaleras arriba.
Se tiró en la cama sin cambiarse de ropa, estaba tan hecha polvo que parecía que le hubieran dado una paliza. Durmió durante un par de horas, hasta que la vibración del móvil, que descansaba junto a su cabeza, la desveló. Con pereza lo agarró mirando la pantalla iluminada, era un aviso del wassup.
Jessy estaba escribiendo a toda velocidad.
«Vale, te he llamado como mil veces. Entiendo que te hayas enfadado, pero te juro que es una buena idea... o eso me parecía cuando entré en ese sitio...»
Kate miró unos segundos las palabras sin llegar a entender nada, pensó que tal vez con la resaca, se había confundido de persona.
«Eres mi mejor amiga, sabes que te quiero como la trucha al trucho, ¿verdad?»
—¿Qué diablos es esto? —preguntó levantándose del todo sin dejar de mirar su móvil.
Con el ceño fruncido comenzó a escribir.
«Jessy, no tengo ni idea de lo que estás diciendo. ¿Qué pasa? Estaba dormida...»
«Joder, Joder... ¡Espérame sin mover un solo dedo. Voy a tu casa ahora!»
—Eso... no tiene buena pinta... —susurró comenzando a sentir una grave preocupación.
Mientras Jessy llegaba, decidió darse una reconfortante y rápida ducha, preocuparse sin saber por qué, pues de momento, no tenía sentido para ella. Ya más fresca, se sentó en la cama al escuchar las voces llegar desde el primer piso. Un rápido saludo a su madre y los pasos rebotando sobre las escaleras indicaron que llegaba como un torbellino. Entró a la habitación sonrojada por las prisas y agotada del esfuerzo en su estado de resaca.
—Vale... vale... —intentó normalizar su respiración— Vamos a ver cómo te lo explico...
—Estoy empezando a asustarme, o más bien, a mosquearme. Habla de una vez. ¿Qué has hecho?
—¿No has mirado tu correo?
—Aún no... —respondió recordando que horas atrás, mientras se dirigía a casa, el sonido alertó de que habían llegado unos cuantos.
Jessy la llevó al escritorio sentando a su mejor amiga en la sencilla silla de madera. Después puso las manos sobre sus hombros apretando un poco y soltó un susurro.
—Así no me darás la paliza de mi vida.
Kate levantó la cabeza clavando los ojos en Jessy, que sonreía con cierta incomodidad. Sentía cómo su corazón comenzaba a ponerse nervioso y automáticamente entró en su cuenta de mail, allí había siete correos nuevos con un extraño título.
«Puja de la subasta aumentada».
—¿Subasta? ¿Qué has puesto a la venta?
—Bueno, esa es la cuestión... —masculló. Tras carraspear, Jessy aumentó la presión de sus nerviosas manos sobre los hombros de Kate— A ti.
—¡SERÁ UNA BROMA! —comenzó a enfadarse. Jessy aumentó la presión sobre sus hombros impidiendo que se levantara, pues no deseaba una muerte a tan pronta edad.
Miró unos segundos la imagen, respiró una y otra vez aterrada, era el momento de descubrir qué diantres era eso y, la única forma era abriendo el link.
«Click». Gritó el botón del ratón.
Una página web de exquisito gusto se abrió, la página que aparecía frente a ella tenía su foto, una que ni recordaba que le hubieran hecho y algunos datos personales. Sin embargo solo uno, además bien remarcado en letra negrita y en el que ponía: De interés; Virgen.
Pasó un largo minuto en el que Jessy no fue capaz de abrir los ojos, que había cerrado con fuerza al abrirse la web. Kate seguía observando aquello como si su cuerpo estuviera completamente vacío, simplemente era imposible asimilar.
Usando la ruedita del ratón, bajó un poco la página sin tan siquiera pestañear, tan estática como las muñecas que descansaban sobre la cama a su espalda. Allí vio las pujas realizadas hasta el momento, comenzando en una cantidad de 10.000 jugosos dolares.
—¡Madre mía! —gritó Jessy al abrir los ojos y ver que por tercera vez había pujado el mismo individuo llegando a los 90.000$— Ese tal Obscure va a por todas.
—Jessy... te voy a matar... te arrancaré las pestañas una a una...
—¡Lo siento de verdad! Pensé que sería una buena salida...
—El problema —masculló furiosa— Es que tú no piensas. ¡Todo el mundo se va a reír de mí!
—En realidad... no —respondió intentando tranquilizarla— Es una página secreta, es prácticamente imposible acceder a ella sin una invitación.
—¿Y cómo diablos has llegado tú a ella? —ironizó— ¡De la misma forma puede entrar toda la universidad!
—Ayer por la tarde me mandaron un e-mail, no sé quién —se adelantó a la pregunta de su mejor amiga—, era privado. Solo aparecía un enlace royo lujoso, me llamó la atención y entré. La verdad es que es muy fiable todo... así con secretismos y esas movidas...
—Me da igual, sácame de aquí. ¿Cómo se te ocurre vender mi virginidad?
—No puedo —murmuró pensando que esta vez le daría una bofetada—. Ayer leí las condiciones, en cuanto se hace una puja no se puede retirar la oferta.
—¡Pero tú...! ¿Te das cuenta? ¡Me voy a tener que acostar con un depravado, un viejuno arrugado que se tendrá que tomar ocho viagras! —exageró entrando en pánico.
—Lo siento —repitió apenada. Kate pudo ver su dolor reflejado, lo que automáticamente la calmó. Suspiró vencida y se volvió a sentar en la silla, que crujió bajo el golpe de su peso—, pero el sacrificio... puede salvaros. Piensa en Miranda.
—¡A ella no la uses! —Kate sintió cómo se le quebraba la voz— Vete a casa, mañana hablamos...
—Vale... —Jessy caminó hasta la puerta, antes de cerrar tras ella se giró mirando a su amiga completamente devastada— De verdad que lo siento... pensaba que sería buena idea...
—Tranquila —se acabó disculpando Kate—. Venga, vete a dormir, mañana hablamos.
Ya estaba hecho, y crucificar a su alocada amiga solo la perturbaría más. Cuando se encontró nuevamente sola, volvió a mirar la pantalla del ordenador, dejando caer los hombros. Nos sabía si sentirse avergonzada, humillada u orgullosa porque alguien pujase por acostarse con ella.
«Esto es una locura».
—Pero sí que es cierto que nos podría salvar... Miranda —susurró acto seguido, pensando en su hermana pequeña—, ella merece cualquier sacrificio.
El domingo por la noche, la página web seguía abierta con su ficha, Kate estaba simplemente estupefacta por las pujas. A las nueve en punto había alcanzado la increíble suma de 130.000$ y, con un poco más, pagarían la hipoteca de su casa y todos los intereses atrasados... nunca más habría cartas de embargo, deudas, avisos de impagos ni amenazas... Sí, valdría la pena unas horas de sufrimiento y, seguramente de dolor, por vivir tranquila por primera vez en toda su vida. La casa sería solamente suya y no del banco...
De pronto dio un golpe, logrando desenchufar la pantalla. La puerta abriéndose la alertó de de improvisto, si su madre veía eso le daría tal ataque que no habría forma humana de salvarse, ni ella ni Jessy vivirían para contarlo.
—Ya está la cena cariño... ¡Cielo santo! —se apresuró a llegar hasta su hija— ¿Estás bien?
—S-sí, por supuesto.
—Estás pálida. Venga, cena y pronto a la cama, no tienes buena cara.
Cuando salió, el cuerpo de Kate se relajó hasta sentir dolor.
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