jueves, 16 de febrero de 2017

Melodías de la Sangre II Capítulo 4

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Melodía Nº 4 Horror en estado puro

 Habían pasado algo más de dos meses desde el ataque a los rebeldes. Meryl no lograba digerir todo aquello, su hermano, su pequeño George era el ser más odiado, cruel y malvado de todo el planeta. Habría sido capaz de aceptar que fuese un vampiro, pero aquello superaba todo lo que imaginó, destrozó sus más profundos deseos y ahora le pedía a Dios que lo matase, porque un ser como el que él era no debería haber existido jamás.
Johana intentaba reconfortar a su amiga, pero también imaginaba todo poniéndose en su lugar y se estremecía. La situación era demasiado radical y siquiera sabía qué les iba a ocurrir, Épsilon era un completo desequilibrado y ella era consciente de lo que era capaz, podría simplemente entrar en aquella espaciosa habitación y matarlas.
—Siento esto Johana, tú no deberías estar aquí —murmuró caminando por la habitación pensativa—. Te juro que haré todo lo posible porque te libere.
—No digas tonterías Meryl, no me iría sin ti y lo sabes. Lo mejor que podemos hacer es ser pacientes. Sé que Caleb no dejará las cosas así.
—Eso es lo que más temo.
Sonrió amargamente mientras su corazón intentaba vencer a su mente. Pensar que Caleb lucharía por ella hacía crecer sus sentimientos y llevaba hasta el infinito las ganas que tenía de verle, pero si le ocurría algo no podría vivir, no sin él.  Intentaba recordar una y otra vez la manera en la que le había susurrado y se odiaba a sí misma por no haberle dicho lo que sentía, cuanto lo quería y lo loca que se volvía. Tenía ganas de darse un buen golpe en la cara por haber dudado de él, por pensar que era imposible que sintiese nada por ella.
Apenas había visto a Épsilon desde que las encerraron en aquel cuarto exquisitamente decorado en tonos verdes.
                                                                          ♫♫♫
El viaje había sido largo, día tras día metidas en un barco repleto de los hombres de Épsilon. Habían sido capaces de sentir el hambre de todos ellos, las miradas que tenían para ambas... y aunque tenían un numeroso grupo de humanos que los alimentó durante el viaje, aquello no eliminó su deseo por ellas.
Por fin llegaron a la zona Omega, no se lo podía creer. Había cruzado medio mundo y ahora se encontraba en una ciudad que antaño deseó visitar. Vio la estatua de la libertad dando la bienvenida a una tierra oscura  y sanguinaria.
Cuando llegaron metieron a ambas mujeres en un coche de tamaño considerable junto a dos vampiros mientras Épsilon se iba a algún lugar. Mientras miraba por la ventana el oscuro cielo que se levantaba sobre ella, recordó el día que despertó para encontrarse su ciudad en una situación inimaginable. Ahora, en medio de Nueva York, impactada por la destrucción de la ciudad, supo que no tendría arreglo posible, la mayoría de rascacielos tendrían que ser derrumbados, de hecho pensó que algunos de ellos estaban en una situación extrema, podrían caer en cualquier momento provocando un efecto dominó. Sí, aquel lugar sin duda era el ejemplo perfecto de la devastación y la decadencia.
—Esto es horripilante —murmuró sin apartar los ojos de exterior.
—No te imaginas las historias que me contaron los refugiados Meryl...
La risa de los dos hombres que las vigilaban resultó completamente repugnante. Se estaban divirtiendo con sus expresiones de terror al ver a la gente y la situación en la que debían vivir.
                                                                          ♫♫♫
Meryl se frotó la frente con cansancio al tiempo que sentía un peso sobre su corazón. No podía ser cierto, aquello debía ser una espantosa pesadilla. Suspiró alejándose de la ventana de la habitación y la puerta se abrió para dar paso a una muchacha más joven que ellas, vestida pobremente y sosteniendo una enorme bandeja llena de comida. La joven miró con cierta complicidad, dejó sobre la mesa el almuerzo y salió sin decir una sola palabra.
—¿Qué deberíamos hacer Johana?
—No lo sé —admitió con un ligero movimiento de cabeza—. Todo esto es una locura. Podríamos intentar escapar, pero la vigilancia y la falta de ayuda lo convierten en una tarea imposible.
—Tenemos que salir de aquí —murmuró dejándose caer sobre la cama—. Johana —llamó de nuevo su atención—, ¿crees que… desear la muerte de mi hermano me convierte en alguien como él?
Su voz se quebró levemente mientras su amiga la miraba sorprendida, estaba afectada y no era consciente de hasta qué punto. Se acercó a ella e intentó reconfortarla posando uno de sus brazos sobre los hombros de Meryl, que la miraba a punto de echarse a llorar.
—Ese no es tu hermano, Meryl. Ese monstruo sólo tiene su apariencia. George murió hace mucho tiempo.
—Sí, sí… ¡Tienes razón! —gritó— ¡Él solo tiene su cara!
En aquel momento se decidió, debía matar y exterminar por completo cualquier sentimiento hacia él, pues el dulce George había muerto ya, y en su lugar había una oscura sombra irreal de lo que una vez fue. Sería difícil cumplir su meta, y es que aunque su aspecto distaba mucho del que recordaba, seguía siendo capaz de ver los rasgos de quien una vez, en un lejano pasado, fue.
Una hora después, cuando ambas ya se habían tranquilizado, un vampiro de aspecto rudo y violento entró con un golpe posando la mirada ferozmente en Meryl, hizo un gesto con la cabeza y ella captó el mensaje. Johana la siguió por instinto, pero al no estar invitada a la reunión sólo recibió un empujón que la alejó de una puerta que se cerró de golpe dejándola sola e irritada.
Meryl cogió aire y caminó con la cabeza alta, era consciente de que por el momento su vida no estaba en peligro, y seguramente aún ni estaba cerca de aquella situación. Tenía que sacar toda la información que pudiera, aquello sería útil en el futuro, cuando volviese a ser libre.
La base de Épsilon estaba situada en el mismísimo Empire State, y aunque ella nunca había estado allí, sospechó que el lugar se mantenía casi en su estado original a excepción de la ruda decoración y la cantidad de vampiros que había por cada planta, desde luego nadie podría hacerle nada en aquel lugar. Le quedó claro que tampoco serviría de nada intentar quedarse mentalmente con todo, el lugar era demasiado grande y algunas zonas demasiado parecidas. Suspiró y aceleró el paso alentada por la inquietante mirada de su guardaespaldas.
Subieron un buen trecho andando, el resto lo hicieron en un ascensor que paraba cada poco haciendo que la subida aparte de peligrosa, fuera horriblemente lenta, pero después de mucho tiempo lograron llegar a lo más alto, donde vivía su hermano con todas las comodidades imaginables. Cojines de aspecto lujoso y colores brillantes, una vista completa de absolutamente todo su reinado, limpieza extrema... sin duda parecía la alcoba de un verdadero sultán.
—Siento no haberte hecho mucho caso desde tu llegada —escuchó de pronto, miró y le vio cómodamente sentado—. He tenido algunas revueltas, causadas por rumores...
—¿Qué quieres? —preguntó con menor fuerza de la que deseó tener.
—Oh, vamos, hace mucho que no comparto una buena conversación con mi hermana mayor, no seas tan ruda —se levantó acercándose con aquella malévola sonrisa que le caracterizaba y que a ella atemorizaba. Sin duda era la prueba de que él no era George.
—Tú no eres George... —murmuró cuando le sintió a su espalda. Le provocaba escalofríos— George ya no está...
—¿Eso piensas? —rio pegándose al oído de Meryl— Deja que te diga que eso facilita las cosas, y mucho.
Frunció el ceño confusa, sus palabras no tenían ningún sentido. Giró unos grados la cabeza cuando sintió una caricia en la mejilla.
—Hay tanto que desconoces... siempre has sido muy inocente —continuó con un tono de voz extraño—. Eso tiene su encanto, aunque no importará al final. Quieres que vaya al grano y lo haré.
—No entiendo.
—Lo harás. Vamos, siéntate y comparte conmigo un maravilloso momento —la empujó suavemente hacia donde él estuvo sentado cuando llegó.
Obedeció sin poder negarse a hacerlo, George, o mejor dicho, Épsilón, ocupó un sitio a su espalda, desde donde se posicionaba perfectamente para un terrorífico agarre. Posó los brazos sobre ella rodeándola por los hombros, se sintió pequeña y vulnerable, le provocaba cosas que no le gustaban. Su actitud era... demasiado cercana, y no desde el punto familiar al que ella acostumbraba.
—Actualmente Meryl... eres la única mujer capaz de engendrar un perfecto niño. Debes entender que tú y yo somos especiales, nacimos con un extraordinario don.
—¿De qué hablas? —su voz tembló sin llegar a entender porqué. El cuerpo de Meryl y su subconsciente la intentaban avisar de algo.
Apoyó la cabeza sobre ella apretando el abrazo.
—No es plato de gusto traicionar a nuestro antepasado —desveló dándole más información sin sentido—. Él desea un hijo para no sentirse solo, es un auténtico dramático... Yo sin embargo, tengo la intención de crear una nueva raza, una raza superior a un simple convertido, ellos no son nada Meryl, no han nacido para ser superiores. Nosotros sí. El mundo es nuestro legado, nos pertenece por derecho.
Meryl sintió cómo incluso sentada, sus rodillas comenzaban a tintinear una oscura melodía, su vocecilla interior decía algo que no llegaba a escuchar con claridad, que no quería escuchar... porque de ser acertado, sería lo más repugnante del mundo.
—...Y tú me darás ese maravilloso futuro.
Ahí estaba, su estómago comenzó a tener horribles contracciones amenazando con expulsar todo lo que había en su interior en un esfuerzo de purificarse. Podría haber lidiado con cualquier cosa, pero eso... eso, jamás.
—No... tienes que... —tragó saliva con dificultad mientras permanecía estática— estar de broma...
—No querida, no lo estoy. Ya has dicho que George murió, y yo soy Épsilon. De todas formas no importa lo que haya en esa cabezcita —le besó la nuca provocando que las nauseas aumentasen—. No puedes negarte, se hará, y se hará antes de lo que crees. De hecho no ocurre en este preciso momento porque eres importante, demasiado importante para mí, así que te daré dos días para que te prepares mentalmente Meryl. Te haré mía por la fuerza si es necesario, y las veces que sean necesarias hasta que te quedes embarazada.
No podía escuchar más. Se llevó una mano a la boca para no vomitar allí mismo mientras a ella llegaba una pequeña carcajada. No era una broma, no era un farol... Hablaba en serio y, por su tono mordaz, estuvo completamente convencida de que lo iba a hacer, iba a forzarla él, su hermano. No, no podía lidiar con aquello.


La puerta se abrió dejando entrar al hombre que la había llevado allí, gracias al cielo volvería a dejarla con Johana, estaría lejos de Épsilon, gloriosamente lejos.
—Por cierto Meryl —giró la cabeza mientras el hombre la agarraba con fuerza. Lo agradeció, pues aquello la mantuvo en pie cuando le miró a los ojos de un brillante negro que mostraba su completa emoción—. Lamento decirte esto, pero tendré que matar a Caleb. Está organizando una buena que puede acabar en guerra. Y lo hace por ti, qué emocionante, ¿verdad? —sonrió.
Casi fue ella la que se llevó al enorme hombre de allí a la fuerza. Tenía que salir de la habitación cuanto antes, llegar a la suya de inmediato, no iba a aguantar más la presión que ejercían sus entrañas, necesitaba hablar con Johana de inmediato y expulsarlo todo.
En cuanto la puerta se abrió y vio a su amiga con cara de preocupación casi corriendo hacia ella, la ignoró y se dirigió a trompetazos hasta el baño. Vomitó, vomitó casi hasta la primera comida que ingirió de niña.
—¡Meryl! ¿Qué diablos pasa? —Johana se arrodilló junto a ella y le sostuvo el pelo— Cielo santo... ¿Qué ha hecho para que estés así?
—Dios mío... Dios mío... —lloró cuando su estómago quedó completamente vacío— No puedo con esto...
—¡Joder Meryl, cuéntame que ha pasado!
La incertidumbre puso a Johana histérica, ver así a Meryl no era normal, aquella muchacha solía guardar las formas mejor que nadie. No podía llegar a imaginar qué la había llevado a estar en aquel estado. Se relajó a sí misma, tragó saliva callándose ya, la limpió mientras seguía llorando y la arrastró a la cama. Automáticamente Meryl la agarró con tanta fuerza que Johana llegó a sentir una punzada en las costillas, pero se lo permitió, estaba completamente fuera de sí. Se tumbó a su lado mientras sentía que hundía la cabeza en ella, la abrazó tan fuerte como pudo deseando que así se sintiera mejor.
Una hora, después otra... poco a poco el llanto fue desapareciendo, pero el temblor de todo su cuerpo permaneció intacto.
—Háblame Meryl —pidió en un susurro—, necesito saber qué ha pasado, qué te ha hecho...
—No puedo Johana —sollozó—, decirlo es igual de horrible...
—Ármate de valor amiga, te ayudaré en lo que pueda.
—En lo que puedas... —repitió, y Johana sintió que Meryl movía la cabeza para mirarla, ella la imitó— Tendrás que matarme Johana, me matarás antes de que ocurra. Por favor, por favor... tienes que hacerlo.
La miró fijamente a los ojos empapados en lágrimas, el llanto volvía a adueñarse de ella y no supo qué decir. La petición de darle muerte era lo último que se habría esperado, y no estaba preparada para escuchar aquello.
—¿Antes de que ocurra qué? —logró preguntar con los labios fruncidos.
—...Antes de que me obligue a darle un hijo... —el susurró fue suave, pero al momento percibió el horror que sentía en sus palabras.
La mente de Johana comenzó a trabajar a plena potencia. ¿Darle un hijo? Pero... ¿no eran hermanos? Repugnante, impensable.
—¿Te ha... dicho eso? —llegó a preguntar con dificultad.
—Sí. Por el amor de Dios Johana, no puedo, no puedo hacer una barbaridad como esa, no quiero —Meryl volvió a aferrarse con una fuerza sobre humana a su amiga, que soltó un suspiro sin saber qué decir, no había palabras de consuelo para eso.
No tenía sentido, no comprendía la razón de aquel acto para el que no había palabra capaz de describir realmente su significado.
—Necesito que me cuentes todo lo que te ha dicho Meryl, es muy importante que lo hagas.
¿Contar? Ni ella entendía absolutamente nada de lo que le había dicho. En su mente sólo habían quedado grabadas sus últimas palabras, sus perversas intenciones. Y cada vez que su mente recordaba, la ansias de vomitar crecían nuevamente en su vacío interior provocando un dolor que apenas le importó. Finalmente logró armarse de valentía y comenzó a relatar todo cuanto recordaba.
—Escúchame Meryl —se apartó de ella bruscamente y le sostuvo la cara con ambas manos para obligarla a corresponder a su mirada—. No dejaré que te toque un solo pelo, ¿me oyes? Tenemos dos días para planear cualquier cosa. No pasará, no ocurrirá — terminó casi deletreando.
—Prométeme... prométeme que antes de que lo haga me matarás, no podría vivir con eso Johana... te lo suplico. Es tan repugnante... me da tanto asco...
—Sí, te lo prometo —respondió vencida por aquella mirada.
¿Era capaz de matarla? No, la quería como a una hermana, pero una parte de su mente imaginaba la situación y ella misma desearía estar muerta antes de que tal acto se pudiera llevar a cabo. También se dio cuenta de lo que le esperaría a ella misma en cuanto acabara con la vida de Meryl, pero estaría bien, ambas morirían eligiendo su destino. Sin embargo Johana no se rendiría sin luchar, sin intentar huir por todos los medios habidos y por haber. Automáticamente empezó a trazar planes, pero era complicado sin ayuda... estaban cerca de los pisos más bajos, pero por lo que le había contado Meryl y lo que ella pudo ver cuando las llevaron, el lugar estaba repleto de vampiros. Iba a tener que apañárselas para conseguir ayuda, y sospechó por quién podía empezar. La muchacha que les llevaba la comida era humana, y sus miradas de complicidad abrían una puerta a la esperanza.
La muchacha pronto traería la cena. Johana intentaba ingeniar algo que le diera tiempo para hablar con ella, pues normalmente entraba, dejaba toda la comida y se marchaba, y seguramente fuera habría alguna clase de vigilancia.
Completamente agotada, Meryl se quedó tumbada en la cama y al fin se durmió entre sollozos. Johana daba vueltas por la habitación, pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Miraba el suelo, su situación era mala, demasiado mala... si no lograban salir de allí, solo quedaba la muerte para ambas. Mientras suspiraba frustrada la puerta se abrió dando paso a la joven, que observó a ambas y frunció el ceño cuando sus ojos conectaron con Johana.
La muchacha se acercó a la mesa en la que solía dejar todo lo que llevaba, en cuanto puso la enorme bandeja allí, Johana corrió y la tiró desperdigando la comida por todos lados. En apenas unos segundos asomó una cabeza por el umbral, con la mirada entornada bufó.
—Recoge eso ahora mismo y limpia.
Johana se agachó junto a ella, tenía que hablar tan bajo como le fuera posible o el hombre que estaba fuera escucharía sus palabras trayendo más problemas de los que tenían.
—Siento esto, pero necesitaba tiempo para hablar contigo —la muchacha de pelo corto y castaño la miró confusa—. Tienes que ayudarnos, tenemos que salir de aquí ya...
—Yo...
—Sé que te pido algo imposible —la cortó—, pero es de vida o muerte... si no salimos de aquí en menos de dos días tendremos que morir.
—Iba a decir que os ayudaré —acabó dejando a Johana completamente confusa y con el ceño fruncido—. Sabemos quienes sois. Los rumores se han extendido por todos lados, están creando un ejército.
—¿Qué... ejército?
—No tengo mucho tiempo para responder preguntas. No sé porqué solo me dices que tenéis dos días, pero estábamos preparado un golpe para dentro de una semana....
—No hay tiempo —volvió a cortarla nerviosa—. Sea lo que sea lo que tenéis preparado, debe ser ya.
—Hablaré con los demás, con la resistencia... si os liberamos Caleb tendrá que ayudarnos con su ejército —continuó con ruego en la mirada—. Sí, está organizando una guerra que cambiará el mundo, es de lo único que se habla por todos lados —acabó susurrando y levantándose de golpe cuando la puerta se volvió a abrir dando paso al guardián.
La mujer salió entre empujones de allí sin despegar los ojos de Johana, intentando transmitirle que haría todo lo que estuviera en su mano. La ayuda que necesitaban para ser libres dependía ahora de salvarlas a las dos.
—¡Meryl, Meryl! —corrió a la cama para zarandearla— Lo conseguiremos, saldremos de aquí.
—¿Cómo?
—He hablado con la chica que nos trae la comida, hay una resistencia aquí. Nos sacarán, le he dicho que tiene que ser ya mismo, mañana a más tardar.
—No entiendo nada... —murmuró frotándose los ojos cansados.
—Caleb ha montado un ejército Meryl, ha desafiado a Épsilon y van a ir a la guerra.
—Por eso dijo... que tenía que matar a Caleb.
—La resistencia de Omega cree que si nos salvan, Caleb les ayudará. Saben quienes somos, quien eres...
—¿Yo?
—Eso parece, no hemos tenido tiempo de hablar, pero en cuanto nos liberen te juro que les voy a avasallar a preguntas durante horas.
Se dejó caer en la cama de nuevo, la tensión de todo su cuerpo se relajó y sintió una incomodidad que no le importó. Aquella información le causaba muchos sentimientos; le tranquilizaba saber que alguien las ayudaría a salir de allí, pero le aterraba lo que hacía Caleb... se estaba exponiendo a una muerte segura, por ella... por salvarla. Tenía tantas ganas de verle, de abrazarle y de llorar como una mocosa entre sus brazos que se sintió impotente.
Llegó la noche y apenas durmieron, estaban tan nerviosas esperando el momento que sus mentes no lograban tranquilizarse hasta el punto de dejarlas descansar. Johana esperaba que aquella misma noche empezase todo, pues los vampiros se confiaban demasiado con la oscuridad y las medidas de seguridad disminuían, pero ya pasaban las doce y ni un sonido ni ninguna señal llegaba a ellas...
—Maldita sea... estaba casi segura de que vendrían por la noche —bufó Johana abriendo la ventana de par en par.
—Igual no les ha podido convencer... —los ánimos que había sentido horas atrás desaparecieron dejando un desolador sentimiento.
—No creo, le dejé muy claro que si no salíamos de aquí en dos días, estaríamos muertas.
Meryl cogió aire y cerró los ojos pensativa, era la primera vez que se veía tan desesperada y cercana a la muerte, mucho más incluso que el día que despertó, pues en aquel momento su mente ni procesaba lo que estaba ocurriendo. Así, sin querer, volvió a recordar la última época de su vida como si fuera una película. Cielos, habían pasado tantísimas cosas, tantas cosas nuevas y maravillosas... Se le empañó la vista pensando en la mansión de Caleb, su nuevo hogar... extrañaba estar allí con ellos.
¡Boom! Una gigantesca explosión hizo retumbar todo el edificio con fuerza.
—¡¿Qué ha sido eso?! —gritó Johana corriendo a la puerta y comenzando a aporrearla.
Gritos y golpes rompieron el silencio nocturno. Tenían que ser ellos, la resistencia... Meryl fue hasta Johana y con un fuerte agarré la apartó de la puerta, aquel lugar no era seguro, pues si estaba en lo correcto, acababan de usar un explosivo de gran potencia. Se quedaron a una distancia prudente, nerviosas y casi aterradas. Esperaban sin apartar la vista de la entrada,  con el corazón en un puño deseando que alguien las sacara de allí de inmediato.
El tiempo pasaba lento, o tal vez era por los nervios que ambas sentían. No podían salir de la habitación, la puerta estaba siempre cerrada desde fuera, y si continuaban utilizando aquellas pequeñas bombas el edificio se vería afectado.
Ambas dieron un brinco cuando la puerta se hizo añicos con un bestial golpe. Vieron una pierna, aquello no lo podía hacer un humano... Y entró un muchacho de ojos rojos y pelo rubio que se quedó mirando a ambas, ellas correspondieron con dureza en los ojos. Si le había mandado Épsilon, lucharían hasta el último aliento para ser libres.
—¡Corred! —una voz femenina que le resultó familiar a Johana— ¡No podremos con todos ellos! —continuó desde el pasillo.
Meryl y Johana se miraron sin pronunciar palabra, hablando con sus ojos. Al momento ambas asintieron y caminaron hacia el muchacho que acababa de destrozar la barrera que las mantenía presas, le miraron con desconfianza y salieron al pasillo. Allí había tanto polvo que apenas se podía ver, pero el rescatador no tardó en hacer acto de presencia para guiarlas, no habló en ningún momento.
Era un completo desastre, no sabían quien era amigo y quien enemigo. Pues no solo había humanos, parecía que también había vampiros luchando contra los suyos, ¿eran parte de la resistencia? No tenía sentido que ayudasen. Desde luego ambas tendrían muchas preguntas a la que necesitaban encontrar respuesta.


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