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Capítulo 4 Una sorpresa inesperada
El lunes, Jessy la dejó espacio a petición personal de Kate, que necesitaba urgentemente hacerse a la idea de lo que iba a pasar, porque solo había tenido un novio con quince años y la relación la traumatizó hasta el punto de no querer tener ninguno más.Se sentó en uno de los bancos más escondidos para almorzar, pensando en un pasado turbio que siempre mantenía escondido.
James había sido su primer y único novio, aquella época de instituto fue emocionante. Kate era pura vitalidad, jugaba en el equipo de fútbol, sacaba las mejores notas y su cuerpo estaba a rebosar de diversión. Se enamoró perdidamente del capitán del equipo masculino, la pareja perfecta, tenían todo en común. Sin embargo, la dulzura que envolvió todo se convirtió pronto en un sabor agrio, tan solo dos meses después de comenzar. James intentó forzarla a mantener relaciones más intimas de las que disfrutaban, pero ella no estaba lista, era demasiado pronto... Lo sucedido aquel día seguía poniéndole los pelos de punta, el sonido de la ropa rasgándose aún aparecía de forma intermitente en sus pesadillas. Y con el tiempo se dio cuenta de que no estaba preparada, simplemente porque en el fondo sabía que no era el adecuado.
El problema era que su mente se fortificó tras aquello, alzando gruesos e impenetrables muros, la cambió completamente y rechazó a todos los pretendientes que llegaron, pensar en que lo que ocurrió con James podría repetirse la atemorizaba.
—Espero una buena explicación de... —Kate gritó ante la repentina voz que susurró a su espalda— Señorita Garrison, no creo que gritarle a un profesor sea correcto.
Cuando giró la cabeza mirando la ventana abierta a su espalda, se encontró con el profesor Howl allí apoyado, colocándose las gafas de forma intelectual y perforándola nuevamente con aquella terrible mirada.
—Pro... profesor... me ha asustado.
—Demasiado volcada en sus asuntos personales como para estudiar, imagino —comentó zarandeando un papel en el aire—. Un cinco y medio, me decepciona que baje del nueve al que me tiene acostumbrado.
Kate frunció los labios con suavidad, un cinco y medio... nunca había sacado en sus veinte años de vida, menos de un ocho.
—¿Y bien? —preguntó él creando cierta presión— ¿Me dará un buen motivo para apoyar su beca?
Aunque estaba un poco sorprendida ante el repentino interés del profesor, que solía ignorar los problemas personales que los estudiantes le daban para excusarse de los suspensos, también era cierto que ella no era así, sus notas y expediente impecable la avalaban de sobremanera.
—Nos van a desahuciar... —susurró ella volviendo la vista a su bocadillo aún sin tocar.
—Aunque es un buen motivo, no la excusa de su responsabilidad con la beca.
—Lo sé. Le prometo que estudié y me sabía todo, pero simplemente mi mente quiso traicionarme —explicó con total sinceridad—. La mañana del examen mi madre me contó todo, supongo que me saturé.
—Levántese —ordenó.
Ella volvió a mirarlo, extendía una mano desde la ventana hacia ella.
—Repetirá el examen ahora mismo.
—¿Qué? —se asombró— Pero eso no es... no estaría bien. No es ético.
—Me alegra descubrir que debe ser la única estudiante del campus capaz de rechazar la oferta. Sin embargo, el Decano Smith ha dado su visto bueno. Por supuesto, esto se mantendrá en el más riguroso secreto... —casi gruñó enarcando una ceja en forma de aviso— Porque de no ser así, habrá consecuencias que no le gustarán.
—¿Está seguro? Puedo de verdad... ¿repetirlo? —sonrió emocionada sin poder creérselo.
—Vamos, espero una nota más que excelente.
—Tardo un minuto en...
—No. Deme la mano.
—¿Qué? ¿Tengo que trepar?
—Sí, si quiere hacer el examen ahora. Como comprenderá, nadie puede verla entrar en mi despacho cuando no tengo tutorías los lunes.
—Es cierto... —pensó en alto.
Sería raro que nadie entrase cuando las tutorías se realizaban los viernes. Claro que de ser cualquier otro profesor, no habría pasado nada, pero absolutamente nadie tenía el valor de molestarlo cuando no debía.
—Vale, pero no sé si podré, está un poco alto.
—Tranquila —Kate juraría que acababa de ver por primera vez en casi dos años, una fugaz sonrisa en su cara.
Tiró la mochila dentro y le dio la mano al profesor Howl. Solo era metro y medio de muro, pero ella pesaba sus sesenta y tres kilos muy bien distribuidos y, levantarla con una mano... Kate casi se hecho a reír ante el grado de confianza de aquel hombre.
Un pequeño grito se deslizó por la garganta de Kate cuando, de forma asombrosa, la alzó pegándola a su pecho, donde se agarró ante la repentina sorpresa de lo inesperado que resultó el momento. Sí, su confianza, como siempre, tenía una base sólida como el diamante más duro. ¿Cómo tenía tanta fuerza?
La respuesta a la pregunta llegó en el instante en el que su mano se aferró al hombro del profesor. Duro como una piedra, palpaba a través de la tela de la camisa beige el músculo perfectamente tallado. No tenía sentido, no cuadraba con él, que de no ser tan estricto y de carácter tan duro, sería el blanco de la risa de todos y cada uno de los que estaban en la universidad, profesores incluidos.
—Ya tiene la mesa preparada —informó atrayendo su atención y terminando de meterla en el despacho, que solamente había visto un par de veces.
Llevó la mirada al lugar que él señalaba con elegancia. Frente a la mesa de grandes proporciones y diseño elegante, había otra de menor tamaño y sencilla como cualquier otra. Allí había unos papeles perfectamente colocados con un bolígrafo reposando en su espera.
—Tiene una hora —terminó por decir mientras rodeaba la mesa y se sentaba cómodamente en su mullida silla de profesor.
Nerviosa, se sentó en su sitio, leyó las preguntas un par de veces y sonrió. Ya más tranquila, todo lo estudiado se iba dibujando en su mente de forma maravillosa. Sin embargo, sentía el peso de una mirada gris cayendo sobre ella como un yunque. No estaba segura de si era por la presión de estar a solas con él... aunque si era sincera, desde el primer día de clase la ponía terriblemente nerviosa, había algo en él que la hacía temblar, y comenzaba a pensar que no era solo miedo, porque encontrarse entre sus brazos había hecho tintinear algo en su pecho, y se agobiaba pensando que aquel pequeño temblor no había sido provocado ni por respeto, ni por temor, ni por la extrañeza de la situación.
Con un pequeño zarandeo, apartó los pensamientos de su cabeza para centrarse en las preguntas, tenía que sacar un diez gigante y brillante, y sabía perfectamente que era capaz de ello.
Cada ciertos minutos rodaba un poco los ojos y veía al profesor allí, en ocasiones sus miradas se encontraron, en otras él observaba algunos papeles, con el rostro serio y tan centrado que... no parecía él. Su expresión era la de otra persona.
Tras cincuenta minutos de examen y observaciones extraescolares, entregó la hoja un poco nerviosa, no estaba segura de si quería salir de allí pitando o volver a sentarse en la pequeña mesa que había ocupado para continuar estudiando a aquel misterioso profesor que le provocaba la sensación de guardar cientos de secretos.
—Aunque la señorita Swan es su mejor amiga, espero que esto también este vetado a su conocimiento —avisó él cogiendo el examen para revisarlo.
—No se preocupe profesor. Gracias por darme otra oportunidad —se sincero ella comenzando a caminar hacia la puerta.
—Señorita Garrison —la llamó antes de que abriese la puerta—. Lo que está sufriendo su familia es una desgracia —comentó sin apartar los ojos del papel—, pero es algo que tiene solución. No deje que estas cosas la hundan, perder la beca sería un gran error que le causaría más problemas que un desahucio, es su futuro lo que se juega.
—Lo sé, es solo que el impacto me noqueó, no volverá a ocurrir. Además, si pierdo la beca mi madre me matará, soy demasiado joven para morir —rio bromeando antes de salir sorprendida, pues vio la sonrisa ladeada que se dibujó en Howl.
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