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Melodía Nº 3 Líderes
Caleb se frotó la sien incómodo por los recuerdos, hacía tanto tiempo que no pensaba en su pasado, que estaba sorprendido a la par que molesto. Se había quedado dormido y había soñado, desde que era vampiro era algo que jamás había ocurrido. El problema era que había sido tan real como ver una película... Y aquello le dejó muy mal cuerpo.Se asomó al hueco de la ventana, que carente de un innecesario cristal que no podría retener el bochornoso calor del exterior, solo enmarcaba una vista desértica hasta donde alcanzaba la vista. La zona de Sigma, liderada por Elizabeth abarcaba toda África, los países musulmanes y un buen trozo de la antigua India.
—Elizabeth te espera —Dee entró sin llamar a la puerta y miró a Caleb con molestia.
Con un gesto de cabeza caminó hacia ella para seguirla, pues él ya no recordaba aquel gigantesco palacete que hacía años que no pisaba. Miró a Dee caminar al frente, era una mujer de estatura pequeña, pelo corto y rojizo cuya cara estaba adornada por una explosión de pequeñas pecas. Su aspecto era completamente inocente, pero quien la conocía podía dar fe de que su apodo no se quedaba corto; la mujer del puño de hierro. Era mortífera, de hecho intentó matarle cuando se conocieron debido a un pequeño malentendido, las rencillas entre ambos seguían activas después de más de ciento cincuenta años.
—Entra, quiere hablar contigo a solas —gruñó molesta, pues ella siempre estaba en todas las reuniones.
—Gracias Dee, muy amable —respondió Caleb con una pequeña sonrisa que supo que aumentaría su enfado.
La habitación en la que acababa de entrar, ostentosa hasta el extremo, estaba hecha de puro mármol blanco y adornada con toda clase de objetos dorados que resaltaban dejando sus brillos por todas partes. Cortinas de tela violeta caían desde el techo creando un aire misterioso y antiguo. Justo en el centro estaba Elizabeth, su melena rubia había crecido desde la última vez que la vio, y su ropa de suave seda rosada apenas tapaba las partes más importantes de su cuerpo.
—Tengo que decir que tu visita me ha sorprendido y confundido —le besó en la mejilla en signo de bienvenida. Después le invitó a compartir asiento con ella—. Las noticias que han llegado son...
—¿Impactantes?
—Sí, podría decirse. ¿Es cierta la muerte de Amadeus? —Caleb asintió cerrando los ojos— Lo siento, sé lo importante que era para ti, también lo era para mí.
Aunque Elizabeth era una mujer con dos caras, jamás había escondido ninguna de ellas. Si estaba furiosa con alguien lo mostraba tal y como era, también si estaba triste, contenta o malhumorada... Era la persona menos falsa que había pisado la tierra, aunque por supuesto aquello era una espada de doble filo.
—Es una situación complicada —continuó—. Has empezado una guerra, no me dejas en buena situación para tomar una decisión.
—Lo sé todo Elizabeth, todo sobre él —ella le miró con cierto miedo, jamás imaginó que Amadeus le contara aquello—. Puede que no lo sepas, pero ese al que habéis escondido durante más de un milenio, es el hombre que dejó preñada a mi madre.
—Algo tenía entendido... aunque no sabía si mi información era correcta.
—Ahora deja que te cuente mi parte de la historia, porque seguramente Épsilon solo te ha contado la suya.
—Te aseguro que no tardó ni medio día en comenzar a ponerse en contacto con todos nosotros. Aunque teniendo en cuenta lo que estaba estallando, su impaciencia es lógica.
—No es ni de cerca lo que imaginas Elizabeth, ni lo que te ha contado. Ajax ya sabe la historia, Amadeus se encargó de que así fuera, de que supiera que Épsilon le había envenenado.
La mujer frunció el ceño y Caleb se relajó. No era un gesto habitual en ella, decía que era malo para su hermoso rostro.
Con el nombre de Ajax sobre la mesa y la razón de la muerte de Amadeus junto a él, Elizabeth ya era suya. Le contaría toda la historia sin omitir nada, y tenía un As bajo la manga, que aunque le haría sentir incómodo, sería suficiente. Meryl y sus sentimientos por ella llegarían al corazón de aquella mujer que sentía debilidad por cualquier romance imposible o problemático.
—Tengo que decir... —se quedó pensativa unos segundos y suspiró— Que jamás imaginé que llegarías a enamorarte Caleb. Me has contado muchas cosas en las que quiero pensar, cosas que no sabía y debería de haber conocido. Épsilon no me gusta y lo sabes, siempre he sabido que era peligroso, pero había que acatar la orden. Sin embargo, te das cuenta de que ir contra él, el primero.... ¿no va a traer nada bueno?
—Él me da igual, si le toca un pelo a Meryl te juro que le arrancaré cada centímetro de piel.
Sorprendida en un primer segundo, dibujó una sonrisa al siguiente. Conocía a Caleb casi desde que se transformó, y aún recordaba a aquel muchacho que estaba entrando en una vertiginosa locura que le acabaría llevando a la tumba. Su mirada fría e impactante ahora tenía un esplendoroso brillo al hablar de aquella mujer humana que había logrado crear ternura en un corazón helado.
Ya no sólo la movía la razón de que Ajax se uniría a Caleb, ella era la única sobre la faz de la tierra en tener conocimiento de que él odiaba al primero y odiaba lo que habían hecho con el mundo... La curiosidad por ver dónde les llevaría aquel amor la empujaría a estar cerca, en el lugar preciso desde el que disfrutar de aquella historia, justo en primera fila.
—Hay muchos temas que discutir, porque igual no has pensado en ello pero... si por un pequeño casual ganásemos. ¿Qué pasaría?
—No te entiendo.
—Iré al grano. ¿De qué nos alimentaremos? —frunció levemente los labios y se levantó— Seguramente haya muchos de los nuestros que también quieran acabar con esta era. Sé que eres consciente de que los vampiros de la época de la caída y los que se transformaron en esta nueva, quieren venganza por los sucesos, por las penurias... pero si piensan que después de esto no tendremos nada con lo que alimentarnos, la importancia de su propia vida les llevará a estar en nuestra contra. Sin mencionar ese virus del que me has hablado, ¿no nos matará a todos?
—Ya está todo pensado, no tienes de qué preocuparte. Escúchame Elizabeth, confía en mí, estoy trabajando en eso.
—Es evidente que no vas a contarme nada sobre ese arma —suspiró—. Lo entiendo y lo respetaré, cuanta menos gente sepa sobre eso, mejor saldrá todo.
—Entonces, ¿cuento contigo?
—¿Cuándo vamos a ver a Ajax?
Con dos de los cuatro líderes unidos y pronto contando con uno más, partirían hacia el norte sin demora. La zona Gamma era la más pequeña y pacífica de todas, abarcaba desde España hasta una pequeña porción de Rusia. Épsilon contaba con toda América, Alaska y parte de Rusia incluidas. Finalmente Oceanía y Asia formaban la zona Alfa.
♫♫♫
La caída de la antigua era no podía denominarse como una guerra, porque apenas hubo resistencia por parte de los países que, sorprendidos, apenas tuvieron tiempo de prepararse y luchar a excepción de las ojivas del prototipo del virus aún a medio desarrollar que poseían. Pero lo que estaba a punto de avecinarse aparecería escrito en la historia como la Gran Guerra, una terrible y sangrienta III guerra mundial en la que la sangre derramada que manchara el suelo jamás desaparecería. Al menos esta vez había igualdad de condiciones en ambos bandos.
—Nunca dejarás de sorprenderme —admitió Elizabeth mirando por la pequeña ventana del avión.
—A saber porqué tenía este trasto —atacó Dee enarcando una ceja.
—No es mi único juguete —avisó clavando los ojos en la mujer de pelo corto—. No pienses cosas raras, nunca he pensado en atacar a nadie.
—Seguramente has sido de los pocos que pensaron que estas cosas podrían resultar útiles en un futuro. Para ser un chico joven has sabido ser precavido. Vas a dar una buena lección a muchos.
—Mientras sirva para algo, será suficiente.
El viaje se le hizo más largo y pesado de lo que le habría gustado. Dee se aburría así que se pasó todo el trayecto pinchando y acatando a Caleb, que con cansancio acabó optando por ignorar a la mujer, que se frustró y en consecuencia aumentó la cantidad de veneno que expulsaba por la boca.
Italia se dibujó con esplendor frente a su vista. Aterrizaron a las afueras de Roma y no tardaron en encontrar un transporte gracias a su posición como líderes. Mandaron a uno de los hombres que formaban el pequeño séquito de Elizabeth para avisar a Ajax y no sorprenderle con su repentina llegada.
La ciudad había recuperado el maravilloso esplendor de antaño, el de su mejor época. Ajax era un hombre de ruda apariencia, pero tenía unos gustos exquisitos y el arte estaba en cada esquina de la ciudad alumbrando majestuosamente. Por supuesto había mucho encanto, y visualmente era el mejor lugar en todo el planeta, pero su brillo se eclipsaba en las calles oscuras y apartadas, Ajax no tenía tanto control como deseaba por culpa de Épsilon, al contrario que Caleb, que al gobernar un lugar apartado había disfrutado de mayor libertad.
Ajax odiaba a Épsilon por meterse en sus asuntos, y Caleb jamás había entendido como un hombre de su carácter se lo había permitido, ahora sabía cual era la razón, al final, las únicas órdenes inquebrantables eran las de el primer vampiro.
—No esperaba verte aquí Elizabeth —sentado tranquilamente, Ajax observaba a los recién llegados—. Me sorprendes.
—¿Pensabas que me pondría del lado de Épsilon? —aunque intentó mantenerse firme y tranquila, su voz resultó mostrar todo lo que intentaba ocultar. Estaba dolida.
—Una parte de mí dudaba —admitió levantándose para caminar hacia ellos—, y otra esperaba ansiosa que te unieras a nosotros.
—Pues aquí estoy —gesticuló abriendo los brazos.
—Caleb, me alegra verte bien. Imagino que no han sido unos buenos meses para ti... toda la nueva información debe estar dándote jaqueca.
—No lo dudes. Pero no hay tiempo para charlas, Amadeus me dijo que viniera a verte.
—Sí, y yo le dije a él que te diera el mandato. Sentémonos, tenemos mucho que planear.
Aunque Caleb intentó impedirlo, se pasaron más de tres horas hablando de cosas sin importancia. Elizabeth sacó el tema de Meryl, y entusiasmado ante la novedad, Ajax preguntó hasta la saciedad. Finalmente logró llevar la conversación por donde quería, la guerra que estaban empezando contra Épsilon y el primero, de quien necesitaban más información.
—Sí, le he visto en varias ocasiones, aunque contadas. Amadeus era su contacto directo —respondió a la pregunta de Caleb—. Tengo que decirte... que te pareces mucho a él.
—Eso no me interesa. ¿Cuál es su poder?
—No lo sé —admitió—, nunca le he visto usar su fuerza, no lo ha necesitado. Es un tipo solitario, creo que ya sabes cual es su única meta.
—Sí, tener un hijo igual que él. Y por desgracia sé cómo lo va a conseguir, eso es lo que intento evitar —Ajax sonrió haciendo que las cicatrices de su cara se volvieran más profundas y oscuras—. Épsilon mandará a todos sus hombres en nuestra contra, en número seguramente nos superen —continuó—, pero quiero saber si él va a formar parte de la lucha.
—En el momento en el que te interpongas en sus metas, lo hará —confesó Ajax levantándose—. Con respecto a Épsilon... puede que nos superen, pero creo que vas a tener un As en la manga.
Caleb entornó la mirada confuso mientras Ajax se acercaba a una mesa para coger unos papeles. Se giró y volvió para reunirse con ellos estirando la mano.
—¿Qué es esto?
—Sabía que vendrías, así que me mandó este comunicado directamente.
—¿...Yong? —susurró. Hacía casi doscientos años que no sabía nada de él.
—Debes ir a verle. Nosotros dos —apoyó una mano sobre el hombro de Elizabeth—, prepararemos todo en nuestras zonas. Hay que elegir un punto de encuentro para nuestros hombres... y prepararlos para la guerra.
—Bien, en cuanto tengamos la estrategia definida os informaré. Si Yong quiere verme de inmediato, será mejor que me vaya ya. No es alguien que suela apremiar con frecuencia.
Volvió al avión sólo con el pequeño grupo que le acompañaba. Montó, estaba un poco nervioso e intranquilo... aquella nota de llamada era inusual, y la prisa que había percibido en sus frases eran sin duda inquietantes.
Yong había sido la persona que le sacó de su estado crítico cuando tras convertirse en vampiro comenzó su sangrienta venganza. Amadeus lo mandó al sur de Asia bajo su protección, e inmediatamente se había convertido en su mentor. Ahora recordaba los primeros días, fue frustrante hasta la muerte... le hizo meditar sentado bajo la lluvia durante horas, aprender técnicas de antiguas formas de lucha. Y el auto-control... aquello había sido una auténtica tortura. Sin embargo, unos años después de su llegada, había conseguido convertirle en quien era hoy día, por supuesto Yong no logró que Caleb volviera a confiar en nadie más allá de él o de Amadeus, pero sé enteró de que tiempo después acogió a un hombre en el que depositaría su propia vida, Alexander.
Desde su partida, Yong le había estado vigilando estrechamente, era su mejor pupilo y sabía mejor que nadie el potencial que tenía.
Durante unas horas, Caleb se sintió terriblemente frustrado. Dar tantas vueltas de aquí para allá cuando podía ir directamente a por Meryl hacía crecer su furia, pero en seguida se le pasaba, en cuanto se daba cuenta de que no podría hacer nada él solo. Todo el problema que rodeaba al secuestro de Meryl debía cortarse de raíz. Se relajó en cuanto comenzó a ver las redondeadas montañas asiáticas, la paz que le transmitían aquellos paisajes no tenía nombre ni comparación con nada más en el mundo.
—Aterrizaremos en un par de horas —escuchó por parte de André.
—Bien, prepara todo, puede que tengamos que caminar bastante.
Se hundió en el mullido sillón con un suspiro, recordaba la primera vez que le llevaron allí, estaba histérico, furioso y descontrolado. Una parte de él se sintió traicionada por Amadeus. El cambio fue grande, enorme... pasar de una Londres que ya se encontraba en pleno cambio a una aldea en uno de los parajes más insólitos del continente asiático fue un choque gigantesco para su cabeza. No entendía el idioma, le llevaron por montañas desiertas hasta introducirle en la nada.
Yong vivía en un viejo templo olvidado por todos, un lugar al que absolutamente nadie se acercaba, y allí vivía en paz con un pequeño grupo de humanos que voluntariamente le daban su sangre a cambio de protección, un intercambio que él no entendió hasta muchos años después. Ahora, recordando aquella época, se sentía avergonzado por su comportamiento... Yong supo ver lo que nadie vio, aquel daño irreparable que había impregnado cada célula de su piel, y finalmente se ganó su confianza, aunque no sin esfuerzo.
Caleb pondría su propia vida en las manos de aquel joven de casi mil años de edad, de aspecto delicado y pelo largo hasta las rodillas recogido delicadamente en una trenza. No había conocido mejor luchador, ni mejor estratega que él, y aunque esperó que su llamada fuera para unirse a su cruzada, dudó que así fuera, Yong no estaba a favor de la violencia... apreciaba la paz espiritual por encima de todo.
Comenzó a sentir cómo el avión descendía creando una pequeña sensación en sus entrañas que le resultaba emocionante. La lluvia en el exterior comenzaba a caer con suavidad, la humedad en un principio fue incómoda, pero su cuerpo se aclimató casi al instante.
—Llegas justo a tiempo —una voz se alzó con fuerza en cuanto la puerta del avión se abrió.
El ceño de Caleb se frunció automáticamente al verle allí, parecía que aquel hombre siempre lo sabía todo. Junto a él había cuatro chicos en posición perfecta, guardando la seguridad de Yong. Que tuviera compañía, aquella compañía, resultaba ser insólito.
—¿Alumnos... tuyos? —preguntó sin esconder lo extraño que le parecía.
—Sí, así es —rio—. Acompáñame, las cosas aquí han cambiado mucho los últimos años.
—Ya me doy cuenta.
Con un gesto le invitó a caminar a su lado mientras les seguían de cerca. Se comportaban como si se hubieran visto hacía apenas un par de meses, y en realidad habían pasado más de doscientos años.
Pisar la ciudad fue mucho más que impresionante. Nada más poner un pie lo suficientemente cerca, Caleb vio, respiró y sintió la normalidad. Una normalidad que había desaparecido con la caída de la humanidad.
—¿Cuándo has ocupado la ciudad? —quiso saber recordando que él siempre se mantenía oculto en zonas a las que era muy complicado llegar.
—No hace mucho. Mientras meditaba tuve un sueño Caleb, un sueño que me mostró un futuro inminente. Un futuro nuevo en el que empezar desde cero... para todos.
—Veo que no has cambiado con tus cosas raras —sonrió—. Pero, ¿y los vampiros que controlaban esta zona?
—Siento decir que murieron, cuando intenté hablar con ellos me atacaron.
—Imagino la situación para ti, y para ellos. De todas formas, este lugar es...
—Maravilloso —acabó por él—. Este el comienzo, la enseñanza saldrá de aquí. Los humanos y los vampiros conviven, y sé que es lo que tú quieres hacer, lo sé desde que lo comenzaste. Sígueme Caleb, tengo algo para ti.
Al ver que Yong comenzó a alejarse sin decir nada más, supo que preguntar no serviría para nada, por lo que guardó silencio y le siguió.
Se adentraron en la ciudad, increíble y fascinante... había vampiros charlando con humanos y haciendo intercambios. Habían llegado a un acuerdo, unos daban su sangre y los otros no abusaban, sólo lo necesario para vivir, además otorgaban seguridad. Podía percibir cierta tirantez y desconfianza por ambos lados, pero era lo más lógico dada la situación. Sin embargo, era un comienzo que si se guiaba por el camino correcto, desembocaría en una nueva era.
Todo había cambiado radicalmente, él mismo caminó por aquellos lugares tiempo atrás, pero ya no reconocía absolutamente nada. Lo habían reconstruido todo, cada edificio y cada calle tenía ahora un nuevo aspecto.
Enarcó las cejas cuando se encontró frente a una titánica construcción justo en el centro de la urbe, una pagoda de dimensiones gigantescas que ocuparía más de un kilómetro a la redonda. Aquello era nuevo.
—¿Dónde estamos?
—Veo que tu paciencia sigue teniendo un límite —bromeó—. Ven, entremos.
Comenzaron a subir las escaleras que acababan en una enorme puerta doble adornada con un dragón dorado. Yong se paró allí y se giró para observar un momento a Caleb, el brillo de sus ojos mostraba fascinación por aquello en lo que se había convertido su pupilo, y le hacía gracia que en el fondo no se daba cuenta de su propio cambio, de que él les llevaría a todos a un nuevo amanecer.
La fuerza de la naturaleza era desconocida para todo el mundo excepto para él mismo, y aquella misma fuerza fue la que le mostró lo que llegaría tras la cruenta lucha, un futuro.
Yong estiró ambas manos para abrir por completo la puerta que pesaría media tonelada, las bisagras sonaron con fuerza y el fuego al otro lado bailó por la suave corriente que provocó con su acto. Caleb dio un par de pasos adelantándose y pasando frente a su mentor, que se quedó quieto para dejar que su pupilo se encontrarse con lo que había al otro lado.
—¿Qué diablos... es esto? —pocas veces se sorprendía, y en aquel momento incluso su voz se debilitó ante lo que se extendía frente a sus ojos.
—Tu ejército.
Volvió a llevar la vista al centro de aquella magnífica plaza, había cientos de vampiros allí apostados como soldados, con la vista fija hacia ellos y sin pestañear. Caleb botó levemente cuando al unísono, todos gritaron alzando una mano.
—Llevo mucho tiempo preparándolos para ti —desveló Yong posando una mano sobre Caleb.
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